Por: Juan José Antuna

Desde que descubrí el cine de Mohammad Rasoulof pasó algo en mí, con respecto a mi conocimiento no sólo del cine iraní en concreto, sino en mi conocimiento del cine de medio oriente en general. Pues si bien, estaban ahí los temas que suelen reflejar la problemática política y social de los últimos 60 años de Irán, y que ha sido retratada y llevada a la pantalla por los grandes maestros del cine (que no se limitan a esta región, sino que son de los grandes próceres del séptimo arte en la historia. Ya lo diría en su momento Godard: “El cine empieza con Griffith y termina con Kiarostami”) desde sus lenguajes muy particulares, lo que más llamó poderosamente mi atención en el cine de Rasoulof, fue precisamente su tratamiento narrativo muy distintivo y particular, en comparación a sus antecesores.
Para empezar de manera adecuada con este análisis, creo pertinente hablar sobre la película que me hizo conocer al realizador iraní. “There is no evil“ (llamada lamentablemente en español como “La vida de los demás”) no sólo fue para mí una película estrenada en el 2020 que se acreditó con el Oso de Oro en la Berlinale del año en cuestión, sino que fue una de las películas que tuve la oportunidad de ver en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, y que si bien no terminó siendo mi película favorita del Festival (el último día vi la maravillosa “In between dying“ del realizador kasajo Hilal Baydarov) si supe que estábamos ante una de las películas más importantes y propositivas del año, así como ante un director al que había que seguirle los pasos.
De entrada, hay que decir que Rasoulof, aún con toda la historia y antecedente del hermoso y maravilloso cine que su país a dado al mundo, de un lirismo y poética, que no se percibe en ninguna otra región del mundo (a mi consideración, sólo Japón y la región escandinava son quienes comparten lenguajes símiles con el cine iraní, pero con sus respectivos y muy significativos contextos territoriales) no se limitó ni mucho menos amedrentó en mostrar sus palpables influencias del cine occidental. El ritmo y tono narrativo, así como el entramado del drama con el suspense y el thriller, hace que uno evoque la obra de realizadores como Hitchcock, Ford, incluso con Bresson; pero como ya lo mencioné antes, los temas que explora, y la psicología de sus personajes se crea y es consecuente de la situación que se vive en ese entorno que él conoce, y del que como otros artistas de su país, tuvo que huir.
El juez de instrucción Iman se enfrenta a la paranoia en medio de los disturbios políticos de Teherán. Cuando su pistola desaparece, sospecha de su mujer y sus hijas, imponiendo medidas draconianas que tensan los lazos familiares a medida que las normas sociales se desmoronan.

Entrando de lleno en el análisis de esta película, y poniendo perspectiva entre lo que hizo con There is no evil y “La semilla de la higuera sagrada”, vemos una evolución narrativa más que formidable. Mientras en There is no evil, veíamos cuatro historias separadas, cada una con sus personajes principales y lenguaje narrativo muy singular (dos de las historias, la primera y la última más contemplativas como el cine de Kiarostami, otra más con influencia Bressoniana, y otra en un tono más a lo Hitchcock [incluso yo diría también con una influencia del cine de Nolan), pero con un tema que las unía: la vida de ejecutores y ejecutados por parte del régimen. Lo que pasa en “La semilla…” es que vemos una completa armonía y una amalgama perfecta entre las distintas formas narrativas, las de sus influencias cinematográficas, con momentos de tensión e intriga verdaderamente inquietantes; pero también la de la tradición de su país, con pasajes verdaderamente poéticos, y vemos cómo permea y sirve precisamente a su discurso y las líneas argumentales a través de subtramas que se desarrollan a lo largo de la historia. Rasoulof lleva a una perfección sólo expuesta por los grandes maestros del cine, la riqueza de sus formas, todas al servicio de la tesis que se expone y desenvuelve a lo largo del metraje: los alcances de pudrir el tejido social por parte del régimen a través de las diferencias generacionales de las familias.
Rasoulof hace de sus personajes el conducto narrativo y discursivo de la película, de una forma ingeniosa y arriesgada. Todo lo que vemos de forma literal en su vida, en la historia; es el simbolismo de algo más grande. Desde el inicio de la película ya se nos dicta eso: la frase que nos va explicando sobre fondo negro, cómo el higo nace, luego de que son esparcidas las semillas en la tierra y rompe y estrangula hasta dejar sin vida aquello que lo sostuvo, y justo el primer fotograma que aparece en la película son unas balas que estallan contra el piso y son rebotadas hasta regarse por toda la superficie (a partir de ahí las balas y un arma se vuelven piezas medulares en el desarrollo de la trama), y a partir de ahí el lenguaje metafórico estará presente durante toda la película.

La casa es el país, la familia es la sociedad. El padre, son los obligados por el régimen a vender su alma, al grado de desconocer a su familia; la madre, el sector de la sociedad que sigue al régimen sí por tradición, pero también por miedo a las represalias que este pueda tomar contra los suyos; la hija mayor, es la generación de jóvenes adultos que están más en contacto con el exterior, que buscan ayuda y reclaman por sus derechos, y la hija menor, ese sector de la sociedad aún más joven que toma la lucha en sus manos, hasta las últimas consecuencias.
Vemos imágenes realmente duras e impactantes de esa lucha que se da tanto dentro de ese núcleo familiar, en ese interior de la casa; pero también afuera, con la represión por parte de la policía contra los jóvenes. Vemos y somos testigos, pero también formamos parte de ese juego psicológico y de la transformación de cada uno de los integrantes, tanto de la toma de conciencia de unos, como de la descomposición de otros. La comunicación que se establece entre los miembros de la familia entre sí y otros personajes externos en distintos puntos de la trama, son evidencia de cómo mientras unos se preocupan e intentan conciliar, otros sólo conspiran para acabar con la amenaza a como de lugar.
El final, esa lucha entre el régimen y el deseo de libertad no podría ser más significativo y esperanzador: en las laberínticas entrañas de la historia y el origen del país, una vez que el régimen (el padre) orilla a la sociedad rebelde (la hija menor) a tomar cartas en el asunto luego de tanto abuso, sobre todo a la mujer (la madre), ese sector social rebelde y oprimido, hace que de manera natural, sin recurrir directamente a las violencias ejercidas sobre ellas (no es fortuito que la integración de esta familia sea sólo por mujeres a excepción del padre. Rasoulof simboliza de esta forma, deliberadamente; la opresión hacia la mujer [principalmente] por parte del machismo misógino, hediondo y sistemático del contexto social/religioso/cultural que predomina en medio oriente), pues a través de ese acto se convertirían en el reflejo de los injustos. Con un impacto indirecto, como acto incluso poético que golpea a la tierra cual movimiento telúrico, hace que los cimientos caducos y corruptos del sistema se muevan y desestabilicen. La inmolación de las antiguas tradiciones de su patria, llega a través de los propios actos del régimen, ellos mismos caen por su propio peso, mientras que, como se muestra al final de la película, ya exponiendo la realidad más que en formato documental, en clave de cinéma-vérité; la lucha no cesa.

Juan José Antuna:
Película que vimos en FILM FORUM

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