Por: Juan José Antuna

Quizá las palabras de partida más apropiadas para hablar de la película de Payal Kapadia, cuya traducción literal de su idioma original al español sería “Todo lo que imaginamos como luz”, sería que es una película hermosamente bella (ustedes disculparán que el pleonasmo y la redundancia de esta sentencia, pero no quería dejar de hacerla), y que si bien, hay una estructura básica, una narrativa sencilla y una literalidad conforme a su historia, a mí me ha llegado de manera muy especial por una lectura que yo le he dado de manera muy personal y que al final expondré. Pero vámonos por partes.

En Mumbai, la rutina de la enfermera Prabha se ve alterada cuando recibe un regalo inesperado de su marido, quien trabaja en Alemania. Su compañera de piso Anu, más joven, intenta en vano encontrar un lugar en la ciudad para intimar con su novio. Un viaje a una ciudad costera les permite encontrar un espacio para que sus deseos se manifiesten.
Uno de los elementos más destacados en la composición de la película, y que narrativamente es muy poderoso, y que no influye ni infringe ninguna irrupción a la trama central, es el retrato que hace de la gran Mumbai, una ciudad tan viva, caótica y llena de luz como lo son las grandes capitales mundiales. Hay razones para comprender que Kapal quiso mostrar de esta manera su ciudad, y con una importancia notoria que destaca, resalta, pero también armoniza con la historia principal. Por una parte, Mumbai es una ciudad que se advierte, por el respeto y belleza que presenta en pantalla, que Kapal conoce, vive y ama; no es gratuito que sea a través de una narración transitoria tanto de espacios como de personas, que conocemos mucho del contexto social y migratorio de la India. Hay un tratamiento, además del departamento fotográfico que se centra mucho en una iluminación azul, fría, pero vivaz; más allá del factor noche (por el hecho de que las dos protagonistas sean enfermeras y de la vida de las ciudades que nunca duermen), y que seduce por la armonía y sutileza que crea en el espectador, pero también en su abordamiento realista, pero sobre todo naturalista. Hay notas de cine-ensayo y cine-diario (en lo personal a mí por momentos me recordaba pasajes de la obra de Mekas y Marker, pero sobre todo en mayor medida me recordó a Akerman), que incluso pueden llegar a ser instantes documentales, pues lo que vemos y escuchamos en estos momentos poéticos dentro de una cotidianidad que se presiente genuina, como si nosotros mismos estuviéramos observando el entorno y las calles de nuestra ciudad. Son injertos de realidad que dictaminan y revelan mucho la naturaleza de lo que puede ser la vida en Mumbai para una persona como Prabha, que en definitiva en muchos sentidos lleva la voz cantante en la historia. Nos hace comprender de manera muy bella y rápida su realidad, que en muchos sentidos no está muy lejana de algo que países latinoamericanos podamos conocer, por cosas muy particulares que vemos en la historia y su desarrollo, y que no mencionaré por respeto a quienes son susceptibles a los spoilers.

Uno de los elementos que a mí me parecen más bellos, y que va muy ligado al discurso que expone Payal en la película, es el tema de la sonoridad. Sin decir en el estricto sentido de la palabra que esto es una película feminista, si tiene elementos y atisbos de que hay una mirada femenina que define mucho de las formas en cómo nos cuenta lo que nos cuenta. Platicábamos entre las y los colegas del Film Forum (espacio de análisis donde la pude ver y razón por la cual ustedes pueden leer este texto) que hay algo que pasa, y se distingue muchas veces, y que de alguna manera que es muy difícil de explicar; en las películas dirigidas por mujeres sobre historias de mujeres, pues hay atención y cuidado a detalles que muchas veces los hombres solemos retratar con un espectro más amplio y general, e incluso muchas veces más brusco (y con esto no quiero decir que ese tratamiento sea algo malo); pero si hay que decir que es más bello ver el cine de mujeres atendiendo temas que son de ellas. Prabha es un personaje que dentro de su psicología de personaje y todo lo complejo de la situación que se retrata en la historia (mujer de cuarenta y tantos que es casada en un matrimonio arreglado, con un marido que vive en el extranjero desde siempre y del que muy poco sabe y, que es cortejada por un médico del hospital donde trabaja), es una mujer que todo el tiempo está ayudando a las personas a su alrededor. A Anu con el trabajo y dinero; a Parvathy, mujer que trabaja en la cocina y que es despojada del hogar que vivió durante más de veinte años con su marido fallecido, y que en la parte final cobra una relevancia muy importante.
Y es justo en la parte final que cambia la película en muchos sentidos. El cambio de entorno de Prabha y Anu, de la lejanía de la ciudad y la nostalgia/melancolía que denota en sus vidas, y la aproximación a la vida provinciana que alguna vez ellas mismas tuvieron (y que además se refuerza con el tratamiento a nivel paleta de color); vemos cómo se abren y cierran ciclos para ambas mujeres. Esto redondea un guion prodigiosamente escrito, que nos regala tanto imágenes preciosas (la de las manos en la cueva) como líneas que uno quisiera tatuarse y que conjugan con todo lo hermoso que envuelve a la estructura de la película.

Hay un halo mágico, que no llega a mi parecer al misticismo o realismo mágico, en varios momentos de la película, pero uno de ellos no se ha comentado del todo y me atrevo a exponerlo acá. Hay una línea interpretativa que podría decirnos que Anu es el reflejo de lo que pudo haber sido Prabha de tener valor de no seguir las reglas sociales/familiares de la India, y Prabha podría ser el reflejo de Anu si no se atreve a seguir su corazón. Es entonces que vemos cómo Prabha, una vez más mostrando la importancia de la sororidad y de ayudar (como la escena en la playa que da pie a otro momento mágico en el que vemos cómo se sostiene la templanza de Prabha hasta el punto de quiebre), aconseja a Anu, luego de un principio atropellado en la ciudad, cuya consecuencia deriva en mi escena favorita, y ahora en la lejanía de las normas sociales, con la libertad de estar en un lugar donde nadie las conoce; la incita de manera muy amorosa, a que siga el camino que su intuición le dicta, incluso Prabha llevando la iniciativa de no juzgar, e invitar a la mesa al hombre que quiere formar parte de esa familia que Anu y Prabha forman, en ese espacio que Parvathy facilita para conciliar.
Juan José Antuna:
Película que vimos en FILM FORUM

Comentários